12 abril 2018

¿SE PUEDE ERRADICAR LA MALDAD?

·                     Módulo II. Corazon evolución de la conciencia

Por: Carlos A Venegas M.Ps.

La palabra “maldad” significa; Iniquidad, Malicia, Malo, Pecado, Perversidad y Prevaricación entre otros. La maldad lleva a determinadas personas a actuar contra otra y realizar actos violentos tiene una parte de enfermedad, aunque no se puede explicar sin tener en cuenta otros aspectos, según el psicólogo forense y profesor de psicopatología de la Universitat de Barcelona (UB), Adolfo Jarne."Es un fenómeno tan complejo que no tiene una explicación única", sostuvo, al tiempo que señaló, existe una base patológica. Sin embargo, hay una parte "incomprensible" en esta maldad que es de difícil explicación. En el contexto teológico la palabra “maldad” se tradujo del hebreo “avlá” que significa perversidad. ¿Dónde nació la perversión? ¡En el corazón de Luzbel! En Isaías 14 nos deja ver algunos destellos de este misterio. Génesis 5 Y el SEÑOR vio que era mucha la maldad de los hombres en la tierra, y que toda intención de los pensamientos de su corazón era sólo hacer siempre el mal. 6 Y le pesó al SEÑOR haber hecho al hombre en la tierra, y sintió tristeza en su corazón.
Lo que realmente debemos contestar es; ¿la maldad es una condición del ser humano? o ¿es una enfermedad mental?... lo cierto es que es una actitud anormal, patológicamente se podría ver como un Psicópata, que posee una personalidad, que sin llegar a ser una enfermedad mental,  se diagnostica como TRASTORNO ANTISOCIAL DE LA PERSONALIDAD. Pero nos deja un manto de dudas, lo cierto es que es un misterio por lo que se tiene que ver desde lo espiritual para comprender su origen. No hace falta ser un psicópata para, en las circunstancias oportunas, llegar a cometer un crimen por ejemplo. Los psicópatas existen, pero no todo el que comete un crimen es un psicópata. En las circunstancias oportunas, cualquiera de nosotros podemos llegar a realizar algo que, incluso, nos cueste aceptarlo. No existen señales de alerta para saber si una persona del común tenga la tendencia a cometer un crimen. No es por alarmar, pero no hace falta ser un criminal para llegar a cometer un crimen. Desde ese punto de vista, por tanto, no hay señales. El mal nos empuja a ser violentos y perversos de eso no hay duda. Parece que no hay indicadores que sugieran que la mujer pueda ser menos violenta. -Por ejemplo. Era un vecino completamente normal y ha matado a su familia. ¿Cómo es posible? A veces hay cosas bárbaras que se explican desde estados alterados de conciencia. En esos casos no nos vale el día a día. Si hay una situación puntual eso deja completamente sin explicación todo lo demás. No es fácil para una persona sin una formación especial, incluso para el psicólogo o psiquiatra en muchas ocasiones, detectar el riesgo. Hoy por hoy los psicólogos forenses tienen instrumentos para realizar predicciones sobre la posibilidad de repetir una conducta violencia. Ahora mismo nos movemos en torno a un 70% u 80% de eficacia. Pero siempre hay cosas que se escapan.  Regresando al ejemplo anterior en los últimos años hemos visto algunos casos del conocido como 'síndrome de Medea', personas que atacan a los niños, a sus propios hijos en ocasiones, para hacer daño a su pareja. ¿Qué subyace ahí? -Sí, y está, por ejemplo, el síndrome de alienación parental (SAP). Digámoslo claro. Abandonando el paradigma del SAP, ahora mismo la psicología forense habla más de interferencia parental. Desde ese punto de vista sí que podemos hablar de esa interferencia. A veces, si tú te llevas mal con tu pareja, crees que tu pareja es mala persona y a la inversa. Cuando hay un conflicto todos tienen su perspectiva. Es fácil que, de manera inconsciente, eso se deslice en tu relación con tus hijos y puedas interferir en la relación que puedan tener con su padre o madre. Eso en un polo inconsciente. Por eso, los padres y madres deben intentar ser conscientes de que un niño sano necesita de ambas figuras, siempre y cuando tengan habilidad parental, para un correcto desarrollo social, afectivo... El psicólogo clínico Mark Dangerfiel del Hospital de Día de Adolescentes de Badalona (Barcelona) de la Fundación, Marc Dangerfield, explicó que hay un tipo de personas que saben que están haciendo el mal y que sienten placer por ello, a los que se les puede definir como "perversos". También existe otra tipología que es la de aquellos que actúan con maldad como "vía de descarga". Se trata de personas muy dañadas mentalmente, que han vivido situaciones catastróficas, que no pueden pensar correctamente y evacuan su malestar a través de la violencia, aunque no son conscientes de que hacen daño. El doctor en Filosofía en la UB y en Teología en la Universitat Ramon Llull (URL) Francesc Torralba, señaló que la maldad siempre es reactiva y cuando una persona la ha recibido, la devuelve. La inteligencia y la capacidad cognitiva de cada persona influyen también en el punto de maldad que puede hacer una persona. Así, cuanta más inteligencia se es, puede actuar de manera más perversa y con mejor capacidad para engañar y esconder lo que se hace.
Retomando el tema de erradicar la maldad, es cierto “aunque nos portemos bien”, habrá el que consiga alterar nuestra conducta, sea con una mala contestación, un insulto o llegando más lejos, ataques contra nuestra integridad física, pero eso no implica que tendrá que ser siempre así, incluso puede que seamos nosotros mismos el que, queriendo o no, alteremos nuestro comportamiento generando violencia para agredir a otros. Cualquier persona que comete un acto violento podría llegar a modificar su comportamiento aunque algunas que son una batalla perdida. Hay ciertos casos en los que es complejo hablar de modificar el comportamiento. La psicología se basa en orientar y no de modificar el comportamiento. Demuestra que la persona tiene capacidad para reconocer sus hechos y en algunos casos el poder para cambiar, pero ahí el elemento voluntario, es decir querer hacerlo o lograrlo es muy importante. Hay un chiste de psicólogos que dice: ¿Cuántos psicólogos hacen falta para cambiar una bombilla? Pues, uno, pero la bombilla tiene que querer cambiar. A nivel de modificar, no de sanación, ya que la persona puede recaer por la condición de maldad que es inherente en ser humano, aparte del trabajo que hacemos los profesionales de la salud mental, tiene que haber una voluntad de cambio en el paciente y de un verdadero arrepentimiento, y a veces no la hay. Es claro que la maldad genera violencia; la Inclinación para hacer el mal usa esa fuerza terrible de la bestia que llevamos adentro para conseguir un fin, especialmente para dominar a alguien o imponer algo en contra del prójimo. 
En la psicología social, para la conducta violenta hay muchas más explicaciones. Un desencadenante puede ser la percepción de provocación, pero, claro, ¿por qué nos percibimos provocados? Otro desencadenante puede ser la percepción de amenaza o de rechazo social, de exclusión social... Sobre todo cuando esa persona piensa que no puede recuperar el afecto. En este sentido, con la máxima cautela, sí que hay algunos elementos en el homicida o psicópata. Normalmente lo que desencadena un acto agresivo es una emoción: de miedo, de enfado, de ira... El Derecho no tiene demasiado interés en conocer las causas. Es más bien la sociedad la que busca explicaciones. En este sentido, la psicología lo que nos ha dicho es que, en las condiciones o las situaciones adecuadas, prácticamente cualquiera puede llegar a cometer algo así. La maldad No discrimina. Sí que es cierto que nos encontramos con factores de riesgo, por ejemplo, tener una personalidad de perfil antisocial: personas muy orientadas hacia los propios beneficios, a conseguir lo que ellos desean. Son personas que son conscientes de lo que es correcto e incorrecto, pero no tienen problema en transgredirlo con el fin de obtener beneficios. Otro factor de riesgo es haber vivido en entornos expuestos a la violencia. Cuando la violencia forma parte del repertorio habitual de conducta también es más fácil caer en resolver los conflictos de esta forma. Se piensa que las personas más proclives a la violencia no nacen con ello, se van moldeando a lo largo de su vida. Los psicólogos somos conscientes de que los aspectos biológicos son el terreno que delimita nuestras posibilidades, pero evidentemente la socialización juega un aspecto muy importante. Se nace, claro, hay unos aspectos temperamentales que han deformado su carácter. Hay enfermedades que tienen un origen más biológico. Lo cierto es que hoy por hoy los aspectos de personalidad, situacionales, contextuales, biográficos... tienen un poder explicativo en muchas ocasiones mayor, aunque hay aspectos biológicos, sin duda. No podemos negarlo. La neurociencia cada vez está descubriendo más elementos que explican, al menos parcialmente, parte de la conducta humana.
Génesis de la violencia. Para el neurólogo Jim Fallon, el factor fundamental en los asesinos en serie es la exposición a la violencia desde una edad temprana. Un individuo puede tener predisposición a ser violento y no ser asesino en serie, pero presenciar un hecho violento o estar relacionado con él puede ser el hecho que los active y convierta al individuo en un homicida en serie. El investigador cree que en esos casos, la exposición a la violencia ha tenido lugar antes de la pubertad. Por eso, Fallon pone el acento en las zonas de guerra, donde los niños han sido testigos de la muerte y la violencia desde edades tempranas, además de que las personas violentas tienden a sobrevivir más en estos ambientes, por lo que sus genes acaban prevaleciendo. El doctor Fallon ha estudiado durante 34 años el comportamiento de psicópatas asesinos para buscar puntos en común. Factores que tienen en común incluyendo el anterior “la exposición a la violencia”, según recoge TED.com. 
La clave está en el gen MAOA, también llamado 'gen de la violencia'. La presencia de este gen es común en los asesinos psicopáticos. Este gen está ligado al sexo, porque se encuentra en el cromosoma X. La madre le aporta un cromosoma X al hijo, mientras que el padre puede contribuir ya sea con un cromosoma X o con un cromosoma Y. Es el cromosoma del padre el que determina si el bebé es un masculino o femenino. La serotonina es una sustancia neurotransmisora cuya tarea es 'calmar' al cerebro, es decir, controlar la ira. Según Fallon, los individuos que tienen el gen MAOA durante la gestación son sobrexpuestos a la serotonina y ello provoca que en la vida posterior sean inmunes a ella, por lo que no pueden controlar la ira
El fenómeno de la violencia ha afligido la humanidad en toda su historia, convertida en una crónica de atrocidades y manifestaciones brutales que se han ido sucediendo en el transcurso de toda su existencia. Cualquier período que analizáramos está bañado en sangre, saturado de guerras, crímenes, torturas y demás actos crueles orientados a infligir sufrimiento. Últimamente, estos problemas se han visto fuertemente agravados al disponer la humanidad de métodos de exterminio —la bomba atómica— capaces de aniquilar toda forma de vida, lo cual ha determinado que el tema de la violencia sea objeto de una especial atención y proliferen estudios sobre el tema desde diferentes perspectivas. ¿Es posible que este reciente interés por el tema sea debido a que existe una mayor sensibilidad frente al mismo, y que por este motivo se intenten esconder muchas de las formas de violencia y solo se ejecuten por vías ocultas? Esto supondría un cierto progreso de la humanidad. La violencia la podemos enfocar como un suceso individual, por ejemplo la personalidad criminal (psicópatas); como un fenómeno social, por ejemplo las subculturas de la violencia y las asociaciones mafiosas; y desde un ángulo político, por ejemplo la violencia revolucionaria, el terrorismo, la violencia de las instituciones, la estatal, etc. A pesar de que todas estas formas de violencia no son compartimentos estancos sino que mantienen una cierta interrelación e influencia recíproca, ya que como señalan J. Puget (1988) y Y. Gampel (1997) la violencia social se inscribe en la realidad psíquica, en este trabajo necesito limitar mi exposición y circunscribirme a los aspectos psicológicos de la violencia humana. Resumidamente, podríamos considerar dos puntos de vista opuestos en la teorización sobre la génesis de la violencia. Me refiero a las tesis instintivistas y a las tesis ambientalistas, las cuales se sustentan, no solo en base a argumentos científicos, sino que se apoyan en gran medida en previas tomas de posición ideológica. Se trata de una antigua controversia sobre la naturaleza humana, sobre su pretendida bondad o, por el contrario, su malignidad, y que se puede ilustrar con los criterios antagónicos de Thomas Hobbes y Jean-Jacques Rousseau. Mientras que para el primero el estado natural del hombre era la “Bellum omnium contra omnes (Guerra de todos contra todos)” debido a su egocentrismo innato, para el segundo el hombre nace inocente y sólo se corrompe y vuelve agresivo debido a la nefasta influencia de la sociedad. En el fondo, lo que impera es la gran resistencia a reconocer que en el interior del ser humano hay aspectos destructivos. En la última de nuestras investigaciones, parece demostrarse la hipótesis formulada: el que una conducta sea percibida como agresiva o no agresiva va a depender del tipo de norma que se establezca en la situación y la percepción de su ruptura o no; lo que llamamos conducta agresiva.
 
En la actualidad, los representantes de más relieve de las tesis instintivistas como Konrad Lorenz y Robert Ardrey, son objeto de duras críticas por parte de Ashley Montagu, Geoffrey Gorer, Scott, Boulding, etc., acusados, de querer perpetuar la concepción del “pecado original”, y de esta manera de eximir al hombre de su propia responsabilidad por su agresividad. En este último concepto es injusto la crítica ya que todo hombre es responsable de sus actos porque son intencionales porque pretenden algo; el hombre trasciende la simple intencionalidad por la posibilidad del conocimiento, pues “conoce”, “conoce que conoce” y “se conoce conociendo”. La conciencia del hombre genera la libertad y ella nos hace obligatoriamente responsables de nuestros actos, que son la exteriorización de la personalidad. A su vez se les reprocha el defender una visión pesimista de la humanidad, con el riesgo de que conduzca a una actitud de omisión de la necesidad de transformaciones sociales y a la creencia en la imposibilidad de extirpar el mal. Es como si consideraran que el reconocimiento de la presencia de elementos destructivos en la naturaleza humana (llamase pecado) llevase ineluctablemente a la conclusión de que no son modificables, negando las capacidades madurativas del hombre para poder contener los impulsos o instintos primitivos y la posibilidad del cambio psíquico. Tampoco tienen en cuenta estos autores que, como postula Konrad Lorenz, junto a los instintos agresivos existen ritos vinculantes (creencias) y de apaciguamiento que impiden que la agresión intraespecífica pueda llegar a un desenlace mortal. El problema importante que se plantea es si en el hombre, último peldaño de la escala de la creación, perdurarían estos instintos agresivos o qué nuevas modalidades pueden haber adquirido debido al proceso de hominización. BARON sostiene que: "Mientras LORENZ, al igual que FREUD, piensa que la agresividad es inevitable, es sin embargo más optimista sobre la posibilidad de reducir o controlar tales conductas. En particular, sugiere que la participación en acciones agresivas mínimas, no dañinas, puede prevenir la acumulación de la energía agresiva hasta límites peligrosos, y así disminuir la probabilidad de violencia o conducta dañina. Posteriormente, ha sugerido que mayores sentimientos de amor y amistad hacia los demás pueden ser incompatibles con la expresión de agresión abierta y pueden entonces tender a bloquear su ocurrencia" (BARON, 1977, p.20). Esta afirmación, sin embargo, nos parece arriesgada, o cuanto menos, excesiva, ya que FREUD igualmente consideraba la posibilidad de tales tipos de conductas agresivas mínimas que evitaran conductas con consecuencias más drásticas, e incluso en su famosa carta a A. EINSTEIN proponía el amor como forma de evitar tales conductas.
"La maldad forma parte de la condición humana, y lo verdaderamente terrorífico es que no tiene un rostro determinado". A ella se le achaca la crueldad más absoluta e inimaginable. Los científicos sociales consideran que en nuestras sociedades hay un 5% de personas tóxicas, perversas, crueles y dispuestas a hacer el mal. En 2001 se elaboró la escala de maldad por el psiquiatra forense de la Universidad de Columbia, el doctor Michael Stone, para identificar las mentes que albergan el mayor índice de maldad. Para desarrollar su escala el doctor Stone tuvo en cuenta indicadores como la depravación del crimen, su planificación, su puesta en escena o si la víctima fue torturada o agredida sexualmente. A partir de numerosas entrevistas con criminales, el psiquiatra pudo analizar factores neurológicos, genéticos y ambientales para comprender qué es lo que lleva a un individuo a acabar con la vida de otro. Unos encuentros que le sirvieron para establecer 22 niveles de maldad que se dividían en tres grupos. De nivel 1 al 8 se trata de asesinos impulsivos responsables de un único acto criminal en un momento de rabia, del 9 al 15 se encuentran los asesinos con algunos rasgos psicopáticos y psicóticos y del 16 al 22, en el que aparecen los psicópatas puros. Así, en el primer nivel se encontrarían personas como Jacqueline Sauvage, que a los 68 años asesinó a su marido después de casi medio siglo de malos tratos. Un poco más arriba, en el séptimo nivel, aparecen los asesinos narcisistas y posesivos que matan a seres queridos, o familiares, por celos, como fue el caso de Prosenjit Poddar, que acabó con la vida de la joven que fue su novia, pero había decidido terminar su relación. Richard Speck, que ya tuvo el honor de aparecer en la primera entrega de 'Mindhunter', se situaría en el nivel decimotercero, al ser un asesino psicópata rabioso, mientras que otro de sus "compañeros de reparto" Jeff Brudos, aparece cinco puestos más arriba, ya que era un asesino que disfrutaba torturando. La escala la cierran apellidos tan temibles como Chikatilo o Dahmer, asesinos psicópatas que infligen extremas torturas a sus víctimas y terminan asesinándolas. En ese nivel en el que podrían aparecer es Charles Manson la justicia condenó a pena de muerte como instigador de los asesinatos de al menos siete personas en el verano de 1969, entre ellas la actriz Sharon Tate, mujer de Roman Polanski, pero un año después el Estado de California abolió la pena de muerte y cambió la condena por cadena perpetua. Desde entonces, Manson ha pasado por varias cárceles —la última la Corcoran State Prison— y se ha convertido en un símbolo del fin de la cultura del 'verano del amor', una especie de profeta apocalíptico y un icono pop contracultural indiscutible. Sería interesante plantearse en qué tipo de sociedad vivimos, el día de su muerte sigue levantando expectación en todo el mundo, ha muerto a los 83 años después de pasar varios días ingresado en estado crítico.
Pero hay que tener mucho cuidado de no caer en el pensamiento del catarismo (movimiento religioso que surgió en el siglo XII y que, difundiéndose especialmente en el Sur de Francia y nacido de las antiguas creencias paganas orientales, y que tenía el Bien y el Mal como principal doctrina), que dice que el hombre es un producto del mal, pero lo cierto es que basta con mirar por la ventana, leer el periódico u oír la radio para comprobar que en el laboratorio de la vida, si fuera un experimento, nuestros actos de maldad estarían más que comprobados. Lo que demuestra que la humanidad tiene propensión a la maldad y si nos dejáramos guiar por nuestros instintos, las consecuencias serían catastróficas. Debemos recordar que nuestros instintos están guiados por nuestro peor enemigo, nosotros mismos, y luchar contra nuestro “yo interior” es un trabajo diario y muy complicado. Habrá momentos en que nos sintamos vencidos por él, cuando asome sus colmillos degenerados, su ira, enemistades, pleitos, celos, contiendas, disensiones, herejías, envidias, homicidios, su lengua sarcástica, su mirada venenosa. Esta es una lucha que daña no sólo a nuestros semejantes, sino nuestros propios deseos, pensamientos y paz interior, nuestras ganas de vivir. Puede llegar a ser terrible la bestia que llevamos adentro que algunos incluso la desconocen, pero seguramente si sale a la luz alguna vez, aterrorizará más que a uno mismo. “Así que, el que se sienta muy seguro y firme, cuídese de no caer”. 
Hay actualmente un debate sobre la legalización de la pena de muerte para los crímenes atroces y es que condenar a 30 o 40 años o cadena perpetua a una persona ya es una condena ejemplar pero no acaba con la maldad, desear la pena capital……. lo puedo entender perfectamente que puede reducir actos que van en contra de la vida del prójimo. Por ejemplo vemos el sufrimiento de muchos padres... Que te maten a un hijo es una cosa tremenda. Eso nos puede movilizar a tener un ansía insaciable de reparación, porque es irreparable. Es perfectamente comprensible. El siguiente caso es una prueba más del poder del mal en el ser humano y que nos demuestra que ni siquiera las cárceles son sistemas que puedan ser elemento disuasivo al crimen por el terror que pudiera inspirar. Sino que estimulan a comportamientos violentos y obviamente a incrementarse la maldad. Hace unos años (1971), el psicólogo Philip George Zimbardo realizo unos experimentos de la prisión de Stanford”, como se lo conoce popularmente hoy, demostraron lo fácil que las personas normales pueden ser inducidas a cometer actos maldad, ya sea colocándolos en un grupo donde ya no se les percibe como individuos, guardias poniéndolos en una situación en la que consideran a otras personas como enemigos o, peor aún, como objetos. El “experimento combinó varios mecanismos diferentes. Como entender cómo los prisioneros pierden su libertad, su independencia y su privacidad, mientras que los guardianes se vuelven cada vez más poderosos al controlar las vidas de los prisioneros. Los guardianes procedieron a instituir reglas de lo más absurdas, a disciplinar a los prisioneros de forma totalmente arbitraria y a darles tareas sin sentido que debían cumplir en un plazo estimado. Por ejemplo, a limpiar el inodoro con las manos desnudas o a sacar plumas de forma individual de sus mantas durante horas. También se les ordenó que se burlasen de sus compañeros reclusos o incluso que simularan actos sexuales con ellos. No había pasado ni 36 horas, y Zimbardo tenía una bomba de relojería. Poco después, el profesor se vio obligado a liberar al preso 8612, quien sufría una depresión severa, episodios incontrolables de llanto y ataques de ira. Curiosamente, Zimbardo no tenía realmente ninguna hipótesis sobre lo que podría suceder en tal situación. El objetivo del experimento, un tanto vago cuando fue formulado inicialmente, era descubrir cuáles podrían ser los efectos psicológicos de ser un prisionero o un guardia de una prisión. El profesor quería entender exactamente cómo podría ser este escenario, entender cómo los prisioneros pierden su libertad, su independencia y su privacidad, mientras que los guardianes se vuelven cada vez más poderosos al controlar las vidas de los prisioneros. Zimbardo consideró inconcebible que un participante (estudiante) exhibiera reacciones extremas de este tipo después de un breve período de tiempo en una prisión. Sin embargo, durante los siguientes tres días, lo mismo sucedió con otros tres reclusos. Cuanto más duraba el experimento, más frecuente se hacía la necesidad de recordar a los guardias que no se permitía la violencia física el poder que el experimento les había dado convirtió a los guardias que se habían inclinado hacia el pacifismo en guardias de prisión sádicos. Incluso Zimbardo comenzó a comportarse de manera extraña. Un día, uno de los guardias pensó que había escuchado a los prisioneros planear una rebelión. El profesor escribió al respecto en su trabajo: 
¿Cómo debíamos reaccionar a este rumor? ¿Creen que grabamos el patrón de transmisión de los rumores y nos preparamos para observar el inminente escape? Quizás es lo que deberíamos haber hecho, por supuesto, si actuamos como psicólogos sociales experimentales. En cambio, reaccionamos con preocupación por la seguridad de nuestra prisión. Lo que hizo Zimbardo, totalmente fuera de sí (fuera de la realidad) y metido en su personaje de superintendente, fue acudir a la policía de Palo Alto para tratar de trasladar a los prisioneros a la antigua cárcel de la ciudad. Como lo oyen. Cuando la policía se negó mientras lo miraban con la cara desencajada, el hombre salió rápido de la comisaría mientras gritaba sobre la falta de cooperación entre las cárceles. Zimbardo, literalmente, se había convertido en el superintendente de la prisión olvidándose de su papel de psicólogo. En este punto, todos los involucrados habían perdido completamente de vista dónde terminaba su rol y comenzaba su verdadera identidad. Un día por la noche la novia de Zimbardo, Christina Maslach, visitó la cárcel. La mujer también era psicóloga, y había aceptado entrevistar a los prisioneros al día siguiente. Sobre las 12 pm, Zimbardo avisó a su novia y señaló la pantalla del televisor de circuito cerrado mientras exclamaba: “¡Rápido, rápido, mira lo que está sucediendo ahora!”. Maslach levantó la vista y se sintió horrorizada. Los guardias violentamente organizaban a una fila a los prisioneros encadenados en sus tobillos, y cuyas cabezas estaban ocultas en bolsas de papel. Se trataba del momento del baño nocturno antes de que se apagaran las luces. Si los prisioneros quedaban atrapados en el baño, tenían que hacer sus necesidades en sus celdas en un cubo, que por cierto, los guardias lo hacían al azar. “¿Lo ves Christina? Vamos, mira, ¡Es increíble!”. Sin embargo, Maslach realmente no quería mirar. Cuando Zimbardo le preguntó qué pensaba del experimento, ella le respondió de forma tagante: “¡Lo que le estás haciendo a esos chicos es algo terrible!” Luego siguió una gran discusión, en el curso de la cual Zimbardo se dio cuenta por primera vez que todos los involucrados en el experimento habían interiorizado los aspectos destructivos de la vida en prisión. Aquella noche el profesor decidió suspender el experimento a la mañana siguiente. 
Lo cierto es que como el profesor tenía la prisión vigilada las 24 horas con una cámara de video, su estudio es considerado como uno de los grandes precursores de los formatos televisivos que luego se llamaron “reality”, con la importante diferencia de que no se estaba llevando a cabo para generar grandes audiencias. Con todo, probablemente el resultado más importante del experimento de Stanford fue la comprensión de lo poderosa que puede ser la fuerza de las circunstancias. Como en el también popular experimento de Milgram, las personas perfectamente normales exhibieron un comportamiento completamente inesperado en una situación dada. Claramente, la personalidad de un individuo no puede usarse para predecir su comportamiento si se encuentra en una situación en la que no conoce ninguna de las reglas básicas. Como Zambardo escribió después del experimento: 
Cualquier acto que cualquier ser humano haya hecho alguna vez, por horrible que sea, es posible llevarlo a cabo por cualquiera de nosotros bajo las presiones situacionales correctas o incorrectas ... Ese conocimiento no excusa el mal, sino que lo democratiza, comparte su culpa entre los participantes ordinarios, en lugar de demonizarlo.  Que tenga o no razón el señor Zimbardo es otra historia que cada uno debe descifrar en su cabeza. Resulta tremendamente difícil aceptar un hecho tan desagradable sobre la naturaleza humana, después de todo, ¿quién puede o quiere creer tener un criminal en casa?
Para concluir veamos lo que Dios nos advierte del ser humano, por haber caído en el conocimiento del mal, por la condición de pecador. Existe la idea errónea de que hay hombres buenos y hombres malos. Más aún, la gente suele creer que la mayoría de la gente es buena. Es realmente curioso esto cuando vemos la maldad del mundo, no solo en casos extremos sino hasta en los detalles más mínimos. Solo hay que ver el egoísmo humano. No cabe duda que hay unas personas que aparentan ser mejores que otras, pero la cuestión es ¿lo son? Hay mucho que es engañoso, ya lo dice la biblia “el corazón es engañoso”. Por lo tanto aunque algunos parezcan ser buenos es solo apariencia. Lo que hay en el fondo del corazón de cada uno está escondido y a veces es difícil descubrirlo. Todos queremos presentar la mejor imagen posible en público, pero la maldad está en nosotros. Se dice que no es posible que exista Dios porque hay demasiado mal y sufrimiento en el mundo, y porque no existe justicia. A muchas personas les resulta difícil reconciliar estas cosas con la existencia y el amor de Dios. En los primeros libros de la Biblia se nos dice que todo comenzó con la caída del hombre y la entrada del pecado en el mundo, y así es realmente. Originalmente el hombre vivía en maravillosa armonía con todo, pero la situación cambió después de que él decidiera desobedecer la voluntad de Dios, ya que se le fue dado el libre albedrio, poder de decidir por el gran amor que nos tiene. La mente del hombre se oscureció, sus emociones se deterioran o se corrompen y su voluntad se rindió ante el mal, y perdió la paz. La relación del hombre con Dios se acabó, y el pecado y la muerte entraron en el mundo, como se declara en la carta a los Romanos. Es difícil negar que estemos en la condición descripta en la Biblia; (Ro 5:12) Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron. Nuestra caída es real y puede ser vista en el mundo. Se nota en nuestras malas acciones, sufrimientos, egoísmo y muerte – todas consecuencias de nuestra caída. Las masacres de Auschwitz y Rwanda ciertamente no podrían haber sucedido si el mundo no estuviese bajo el control del maligno (1 Juan 5:19). Necesitamos la policía y las fuerzas armadas porque no podemos confiar en la bondad de nuestro semejante. Esas cosas terribles que hacemos no se deben a una crianza equivocada o al ambiente malo; son el reflejo del mal que vive dentro nuestro. La evidencia concreta es tan grande, que nadie podría negarla. Aun cuando existe el mal en el mundo y la voluntad de Dios no se hace muy a menudo, lo bueno es que el estado actual del mundo solo es temporal. Ya que la maldad genera; guerras, sufrimientos y enfermedades – las causas por las que muchos tienen dificultades para creer en un Dios de amor - son problemas temporales que tenemos que enfrentar antes de pasar a la perfección. La Biblia nos enseña que todas las consecuencias de nuestra caída de la gracia serán eliminadas y serán creados un cielo nuevo y una tierra nueva. Ya no habrá más muerte, ni lamento, ni pena, porque el viejo orden de cosas habrá desaparecido. La muerte – nuestro último enemigo - será destruido y no nos molestará más. Jesús el Mesías nos dijo que Él es el camino hacia ese reino: ¿De dónde viene la maldad del mundo? Del corazón del ser humano. “No hay justo ni aún uno” Romanos 3:10-12

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