Todos nacemos mentalmente enfermos por una
perturbación de la actividad intelectual, el estado de ánimo o el
comportamiento por causa del conocimiento del mal. No es un signo de buena salud el estar bien
adaptado a una sociedad profundamente enferma, es una cita del escritor y filósofo espiritual Jiddu
Krishnamurti, en teología la sociedad en general se le llama mundo. Lo cierto
es que todos nacimos con un desequilibrio mental por
causa de lo que llamamos en teología "PECADO". Algunos confunden desequilibrio
mental al decir, es que debe madurar, crecer o evolucionar pero esos no es así;
la mente hace parte del alma y esta fue al principio de la humanidad sana pero
lamentablemente se contagió de una terrible fuerza interior llamada “Pecado” es
decir el conocimiento del mal; causando rebelión (desobediencia) apartándose de
su Creador….. Llámese como se llame, su forma de pensar se corrompió; al tener
este conocimiento asumimos comportamientos destructivos
(interior-exteriormente) de soberbia o egoísmo.
Pero quien se atreve a hablar del pecado hoy en día y a formar a los suyos en la
conciencia de su existencia, es catalogado para muchos como
"retrógrado", "fanático" o "reprimido". El
estigma social antes destinado a las conductas intrínsecamente malas es ahora
trasladado a quienes denuncian su existencia y son la voz moral de una sociedad
cada vez más corrupta y pervertida. El hombre de hoy quiere vivir a su manera
hasta que es golpeado por sus propios actos que lo llevan a la destrucción como
individuo por los efectos del pecado. Y habiéndolo erradicado de su conciencia
(cauterizada) como concepto no tiene los
elementos para distinguir el bien y el mal lo que hoy se interpreta relativismo.
El pecado primeramente es todo aquello que
atenta contra el individuo (física, moral, psicológica y espiritualmente) y en
segunda instancia ofende a Dios. Pecado es pecado y es mejor acostumbrarnos a
llamar las cosas por su nombre. ¿Cómo se puede contrarrestarlo? sino con base
en el trabajo constante en el ejercicio del propio dominio y en la aceptación
de la misericordia de Dios que está condicionada al arrepentimiento. Para muchos el arrepentimiento es negativo pero
puedo afirmar, con pleno conocimiento de causa y después de años de investigar
y trabajar en el desarrollo moral del individuo que es tremendamente positivo
llevándonos a ser justos. Solamente a través de la conciencia de la propia
debilidad, de la evaluación juiciosa de las acciones personales, del examen
minucioso de la conciencia, es posible detectar aquello que requiere de nuestro
trabajo para ser minimizado, dominio propio, y, con el tiempo, eliminado solamente
con el poder de Dios.
La persona que no arranque la maleza de su corazón
está condenada a perder su vida. Así mismo un creyente en Jesucristo que no
esté dispuesto a erradicar, renunciar, la maldad de su alma está condenado a perder
lo más preciado: su comunión con Dios.
TODOS
NACIMOS CON UN DESEQUILIBRIO MENTAL
Para redondear mi ensayo lo esbozaremosen tres
partes; trastornos mentales, el mal o la
maldad y la persona perversaque forman un
todo para demostrar porqué se nace enfermo de la mente.
Todo está en
nuestro cerebro; porque para un tercio de pacientes la causa de su
enfermedad es emocional y no física, pero que se presenta como psicosomatismo.
De por si la enfermedad no es un castigo divino como piensa muchos sino la consecuencia
del conocimiento de la maldad, engendrado
genéticamente, fue condicionado para desobedecer la voluntad de Dios, con el
fin de autogobernarse y aplicar su
justicia sin tener parámetros de misericordia, estos actos hoy en día se pueden
ver como trastornos mentales o aun desequilibrio
mental, usted dirá que estoy exagerando o equivocado, pero déjeme decirle que
si la persona se deja llevar por la maldad, expresado como un desajuste en las
facultades psíquicas de un individuo, no es consiente, no razona de lo que está
haciendo en el momento ya que se conjuga una serie de emociones y de
sentimientos que no puede ver con claridad sus hechos y sopesarlos, en un
momento dado lo ve como algo normal su proceder. Al incluir como una enfermedad
mental los actos de maldad se abarca un concepto más amplio pera a la vez más
complejo de lo que parece, de por sí que muchos detractores no lo ven a si.
Resumiendo decimos que; las enfermedades mentales abarcan una amplia
variedad de trastornos, cada uno de ellos con características distintas. En
líneas generales, se manifiestan como alteraciones en los procesos
del razonamiento, el comportamiento, la facultad de reconocer
la realidad, las emociones o la relación con los demás.No tienen una única
causa, sino que son el resultado de una compleja interacción entre factores
biológicos, sociales, psicológicos y espirituales, con frecuencia es posible
identificar y tratar una causa orgánica subyacente.Lo cierto es que los
trastornos afectan el estado de ánimo, el pensamiento y el comportamiento. Son
ejemplos de enfermedad mental la depresión(que afecta a unos 300 millones de
personas en el mundo), la demencia (unos 50 millones), los trastornos
de ansiedad, el trastorno bipolar (unos 60 millones),
la esquizofrenia y otras psicosis (unos 23 millones) y los
comportamientos adictivos entre otros. Que de alguna manera tienen que ver con
la criminalidad como el homicidio intencional en el mundo en 2017 según
estadísticas ONUDD 463.821 personas murió, las principales consecuencias de la
delincuencia en la sociedad son muerte prematura, desintegración familiar por
violencia, pérdida económica, promiscuidad sexual y desequilibrio familiar. Si
estas conductas no se ven como anormales y enfermizas, debemos preguntarnos que
son para la sociedad. La sociedad actual es una de las
más agresivas de la historia, dejando por debajo la época del imperio
romano, las conquistas de los imperios europeos a pueblos, guerras mundiales. La
denuncia la hizo Organización Mundial de la Salud, que afirma que el incremento
de los actos violentos supone un grave problema mundial. En la ciencia y la salud
se han hecho investigaciones sobre neurobiología de la agresividad humana, en
el que alertan del fracaso en el control de la violencia. Los especialista afirman
que los enfermos mentales tienen mejor controlados sus impulsos cuando están en
tratamiento psiquiátrico, pero el resto de individuos que piensan que no están
enfermos o sin trastornos sicológicos son los que más contribuyes a producir
sociedades violentas. Esto se ve reflejado en la mentalización o la industria
de los juegos de guerra, por medio del cine, la televisión, el teatro y hasta
la moda que están inmersos en una
tendencia global hacia la hostilidad; a la que también contribuye en buena
parte el arte moderno, con una estética de la transgresión que hace gala de los
instintos más sádicos del ser humano y que incide en una forma de violencia
únicamente humana que busca, solo por placer, satisfacer los instintos
agresivos. Esto ha permeado los
deportes, muchos juegos de ocio, la violencia doméstica, el maltrato en las
escuelas, las peleas por incidentes de tráfico y el aumento de las guerras en
el mundo; actos que se destacan en los medios de comunicación, constatada en
noticia, donde se demuestra el aumento de la violencia generada por la maldad
del ser humano.
Lo cierto es que es insuficiente los esfuerzos que
se realizan para disminuir la violencia, intentando por medio de la cultura y
la educación, modular la agresividad; es
decir el campo de la salud mental y la sociología no han podido conseguir
mejores resultados en la lucha contra las formas de disfunción social basadas
en la violencia.
La Biblia nos habla de estos comportamientos y a su
vez como controlarlos:“dejen que el Espíritu guíe su vida y no complazcan
los deseos perversos de su naturaleza, como son; inmoralidad sexual, impureza,
descontrol (codicia), idolatría participar en brujerías, odio, discordia,
celos, iras, rivalidades, venganza, soberbia, envidias-egoísmo,
borracheras, orgias y otras cosas parecidas “. La pregunta que debemos
hacernos es ¿quién no ha tenido algunas de estas manifestaciones diariamente?
En la antigüedad, se relacionaba los trastornos
mentales con causas sobrenaturales por cierto no estaban equivocados, sino que
no tenían el conocimiento para manejarlo. Las culturas más primitivas los
atribuían a posesiones demoníacas o fuerzas sobrenaturales y las
culturas más complejas a los dioses, llevándolos a acciones equivocas para el
tratamiento donde cayeron en brutales procedimientos como la práctica de
trepanaciones craneanas con el objetivo de "dejar salir a los demonios que
provocaban las enfermedades mentales y sobre las que existen evidencias que
datan desde hace más de 5.000 años, a torturas o al confinamiento de
los enfermos. En 1949 después de la segunda guerra mundial aplicaron la técnica
llamada lobotomía en determinadas psicosis", técnica que
consiste en retirar total o parcialmente un fragmento del cerebro en la parte
frontal, tratamiento que se vio envuelto en una gran polémica, hasta su última
intervención en 1967. Paralelamente, en 1964 se llevó a cabo el controvertido
proyecto MK-ULTRA, que buscaba controlar la mente y así borrar la memoria
existente y reconstruir el pensamiento, algunos de los experimentos realizados
eran la radiación, uso de psicotrópicos, inyección simultánea
de barbitúricos y anfetaminas, y descargas eléctricas al
cerebro. El único resultado de este experimento fue dejar a las personas
involucradas con daño cerebral. Lo cierto es que en pleno comenzar del
siglo 21 se sigue ignorando la fuerza interior de la maldad que está en los
genes de todo ser humano y por ende como tratar su sanidad. Dentro del marco
científico no se conoce la causa exacta de los trastornos mentales, si bien
todo parece indicar que se trata del resultado de una compleja interacción
entre diversos factores biológicos, sociales, psicológicos y espirituales.
El conocimiento de la maldad
supuestamente fue adquirido por alcanzar una madurez y progreso
espiritual a la medida de Dios. La maldad en forma inmediata se manifiesta en
sentimiento tanto de culpabilidad como la vergüenza por la desobediencia, donde
esta hace presa la mente humana. Por lo tanto la idea del mal o maldad se
asocia a los accidentes naturales o comportamientos humanos que se consideran
perjudiciales, destructivos o inmorales y son fuente de sufrimiento moral
o físico. Desde este segundo punto de vista menos general y vinculado a lo
humano, se denomina más bien perversidad. Una
investigación en que han participado psicólogos daneses y alemanes y que
realizó 2500 encuestas ha resumido el carácter de la maldad humana o
perversidad en nueve rasgos que han llamado "factor oscuro de la
personalidad" o "Factor D". Estos rasgos "maximizan el
interés individual" conscientemente "sin tener en cuenta su inutilidad
ni el daño que puede ejercer sobre otra persona o los demás". Para
psicología actuar con maldad también
implica contravenir deliberadamente los códigos de conducta, moral o
comportamiento oficialmente correctos u ortodoxos en un grupo
social, concepto que complemento en que no se basa en la colectividad sino
del su YO que anida en su corazón,
nace y se reproduce dentro del individuo haciendo se daño primeramente y luego
a los demás.
El antropólogo estadounidense Ernest Becker,
quien según el filósofo Sam Keen es un pionero en el desarrollo de un
"Ciencia del Mal", afirma que "la dinámica del mal se debe a la
negación de la condición de criaturas" sino de la evolución primate. Ya no
es un ser humano "normal", cuya neurosis proviene de la
"negación de la muerte eterna" y es amortiguada por un conjunto de
símbolos y conceptos capaces de hacerlo vivir una vida adaptada. No: ahora él
está sin máscaras ante la vida. El mundo se le presenta como un ambiente
hostil, lo que le obliga a intentar modificarlo para eliminar los accidentes,
la inseguridad, que en el fondo no son más que aspectos inherentes a la vida en
la Tierra. Para Becker, al no conseguirse actualizar la transferencia original,
es decir, no depositar su necesidad de seguridad psíquica en un Ser
trascendental, el individuo comienza a negar su condición de criatura y, por
consiguiente, también la de sus semejantes, los cuales pueden entonces ser
eliminados en el proceso de hacer el mundo un lugar más seguro, y de ahí el
mal.
Actuar con maldad nos lleva con el tiempo actuar permanentemente
como una persona
perversa se siente acechada por pensamientos obsesivos y destructivos, al considerar que las
actitudes humanas no son sinceras. Evidentemente, esta es una condición
anormal de la personalidad, en la que el «perverso/a» desarrolla una
destructividad hacia sus semejantes a través de pensamientos y actos de
carácter maligno. Numerosos estudios científicos indican que la conducta
perversa puede ser congénita, históricamente tenemos el ejemplo del emperador
romano Nerón donde sus ancestros fueron
perversos. Sin embargo, también afirman que la falta de afecto en
etapas tempranas (en la infancia) puede desarrollar una mente de
características perversas. El perverso desarrolla una personalidad conflictiva,
sus fantasías siempre son conscientes, y siempre trata de dañar, humillar y
vejar a otras personas. En los casos en que sí está asociada una perversión
sexual (mejor llamada parafilia), es imprescindible para el perverso un
escenario donde pueda desarrollar su deseo de destrucción y actividad con
connotación obscena, o trasladar a ese lugar, las vejaciones recibidas de
manera real o ficticia durante sus etapas de infancia y adolescencia.
Cuando la víctima del perverso es sometida y humillada, este experimenta
sensaciones de triunfo, dominación y superioridad. En definitiva, necesita
sentirse vengador y no víctima. “El mal que provoca un perverso es
indiscriminado, pero prefieren a las personas cercanas, como familiares o
parejas sentimentales.”-Paul-Claude Recamier-. Un perverso desarrolla una conducta
en cierta medida psicopática, que se manifiesta desde la infancia hasta la edad
madurez y que lo hace en todos los ámbitos de su vida, desde el ámbito familiar
al laboral.
espíritu perverso |
Hay rasgos comunes en las personas
perversas. Son personas que presentan rasgos marcados de agresividad y
de egoísmo. Son, además, personas impulsivas, con rasgos pronunciados
de inadaptación y con comportamientos egoístas que pueden llegar a ser agresivos.
Manifiestan una escasa o nula comunicación con su entorno. Persiguen con ansias
la perfección en todos sus propósitos, arrastrando a quien sea en el proceso.
Son personas sin empatía, que manifiestan una falta de respeto absoluta por los
demás. Según los psiquiatras, el aumento de la malignidad de estos sujetos
se suele asociar a un aislamiento emocional, que va creciendo provocado
por un resentimiento social o afectivo, odios, fracasos etc. Es un
círculo vicioso que no para de retroalimentarse. No existe la cura para una
mente perversa. Pero si tiene la esperanza cuando su conciencia lo redarguye, es
lo que llamamos sentimiento de pecado. La palabra conciencia abarca, en
realidad, varios sentimientos diferentes; el más simple de todos es el miedo a
ser descubierto. Pero el sentimiento de pecado, en sus formas más importantes,
es algo aún más profundo. Es algo que tiene sus raíces en el subconsciente y no
aparece en la mente consciente por miedo a la desaprobación de los demás.
Cuando un hombre comete esos actos, se siente molesto sin saber bien por qué,
desearía ser la clase de persona capaz de abstenerse de lo que considera
pecado. En la Palabra de Dios nos da un ejemplo de lo que estoy hablando en
carta a los romanos 7:19-25 Dios
Habla Hoy:
19 No
hago lo bueno que quiero hacer, sino lo malo que no quiero hacer. 20 Ahora
bien, si hago lo que no quiero hacer, ya no soy yo quien lo hace, sino el
pecado que está en mí. 21 Me doy cuenta de que, aun queriendo hacer el
bien, solamente encuentro el mal a mi alcance. 22 En mi interior me
gusta la ley de Dios, 23 pero veo en mí algo que se opone a mi
capacidad de razonar: es la ley del pecado, que está en mí y que me tiene
preso. 24 ¡Desdichado de mí! ¿Quién me librará del poder de la muerte que
está en mi cuerpo? 25 Solamente Dios, a quien doy gracias por medio
de nuestro Señor Jesucristo. En conclusión: yo entiendo que debo someterme a la
ley de Dios, pero en mi debilidad estoy sometido a la ley del pecado. La Biblia
presenta diferentes recursos para ayudarnos a vencer nuestra pecaminosidad. En
esta vida, nunca seremos perfectamente victoriosos sobre el pecado (1 Juan 1:8),
pero esa debe ser nuestra meta. Con la ayuda de Dios, y siguiendo los
principios de Su palabra, podemos progresivamente vencer el pecado y llegar a ser
más y más como Cristo.
Quiero terminar esta ensayo con este
último y vital elemento: Dios. Durante siglos se consideró a Dios como Justo y Misericordioso. Se acepta, por Revelación, que
es Padre y nos ama pero, del mismo modo se acepta que es Justo porque tiene
derecho a ejercer la Justicia. Sin embargo hoy muchos prefieren quedarse con la
"misericordia" y rechazar (eliminar, más bien) la Justicia. Pero los
actos de misericordia y Justicia son inseparables. Un padre es misericordioso
al corregir en justicia, al hijo. La corrección proviene del deseo de preservar
al otro de males mayores. Eso lo sabemos los padres, quienes nos enfrentamos
continuamente con estos dos principios: justicia y misericordia. Pero aún en el
ejercicio de la paternidad el relativismo ha incursionado convirtiendo a los
padres en "amigos", "compañeros" y "cómplices" dejando
a un lado el papel de autoridad, tutor u orientador, privándolos de ejercer el
deber de educar, formar y corregir a los hijos con base en un amor maduro y
responsable. No es buen padre el que todo lo permite ni el que se contenta con solo
dar "tiempo de calidad" convirtiéndose en un amigo amoroso y
nutricio. Es buen padre aquel que conoce a sus hijos, que es capaz de reconocer
sus cualidades y aceptar las debilidades sin permitir que éstas se fortalezcan
al punto de volverse vicios. Todo padre desea el bien de los hijos y, por lo
mismo, se esfuerza en proporcionar los medios materiales y espirituales para su
adecuado desarrollo. Se dedica con seriedad a la tarea de educar y formar a los
descendientes en las virtudes que los llevarán a ser "hombres y mujeres de
bien para la sociedad".Pero para lograrlo hay que tener claridad de
criterio y aún más de conciencia: permitir que el pecado esclavice a los hijos
alejándolos de su realidad es un acto de barbarie pues, buscando el bienestar
actual del hijo (es decir evitando el sufrimiento que conlleva la aceptación de
las propias faltas) se le está abandonando al imperio de las inclinaciones de
la perversidad.
Consejos para luchar a diario contra
tu pecado
1.
RECONOCE TU CONDICIÓN DE PECADOR.
2.
PRACTICA LAS DISCIPLINAS ESPIRITUALES.
3.
RECONOCE TUS ZONAS DE PELIGRO.
4. TENIENDO LA MIRADA EN JESÚS, Confías en Él (¡hoy!) para
luchar contra tu pecado y vivir amando más a Dios.
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