22 octubre 2019

EL HOMBRE NACE ENFERMO DE LA MENTE.

Por: Carlos A Venegas M. PS.
Todos nacemos mentalmente enfermos por una perturbación de la actividad intelectual, el estado de ánimo o el comportamiento por causa del conocimiento del mal.  No es un signo de buena salud el estar bien adaptado a una sociedad profundamente enferma, es una cita del  escritor y filósofo espiritual Jiddu Krishnamurti, en teología la sociedad en general se le llama mundo. Lo cierto es que todos nacimos con un desequilibrio mental por causa de lo que llamamos en teología "PECADO". Algunos confunden desequilibrio mental al decir, es que debe madurar, crecer o evolucionar pero esos no es así; la mente hace parte del alma y esta fue al principio de la humanidad sana pero lamentablemente se contagió de una terrible fuerza interior llamada “Pecado” es decir el conocimiento del mal; causando rebelión (desobediencia) apartándose de su Creador….. Llámese como se llame, su forma de pensar se corrompió; al tener este conocimiento asumimos comportamientos destructivos (interior-exteriormente) de soberbia o egoísmo. 
Pero quien se atreve a hablar del pecado hoy en día y a formar a los suyos en la conciencia de su existencia, es catalogado para muchos como "retrógrado", "fanático" o "reprimido". El estigma social antes destinado a las conductas intrínsecamente malas es ahora trasladado a quienes denuncian su existencia y son la voz moral de una sociedad cada vez más corrupta y pervertida. El hombre de hoy quiere vivir a su manera hasta que es golpeado por sus propios actos que lo llevan a la destrucción como individuo por los efectos del pecado. Y habiéndolo erradicado de su conciencia (cauterizada)  como concepto no tiene los elementos para distinguir el bien y el mal lo que hoy se interpreta relativismo.
 El pecado primeramente es todo aquello que atenta contra el individuo (física, moral, psicológica y espiritualmente) y en segunda instancia ofende a Dios. Pecado es pecado y es mejor acostumbrarnos a llamar las cosas por su nombre. ¿Cómo se puede contrarrestarlo? sino con base en el trabajo constante en el ejercicio del propio dominio y en la aceptación de la misericordia de Dios que está condicionada al arrepentimiento. Para muchos el arrepentimiento es negativo pero puedo afirmar, con pleno conocimiento de causa y después de años de investigar y trabajar en el desarrollo moral del individuo que es tremendamente positivo llevándonos a ser justos. Solamente a través de la conciencia de la propia debilidad, de la evaluación juiciosa de las acciones personales, del examen minucioso de la conciencia, es posible detectar aquello que requiere de nuestro trabajo para ser minimizado, dominio propio, y, con el tiempo, eliminado solamente con el poder de Dios.
La persona que no arranque la maleza de su corazón está condenada a perder su vida. Así mismo un creyente en Jesucristo que no esté dispuesto a erradicar, renunciar, la maldad de su alma está condenado a perder lo más preciado: su comunión con Dios.

TODOS NACIMOS CON UN DESEQUILIBRIO MENTAL
Para redondear mi ensayo lo esbozaremosen tres partes; trastornos mentales,  el mal o la maldad y la persona perversaque forman un todo para demostrar porqué se nace enfermo de la mente.
Todo está en nuestro cerebro; porque para un tercio de pacientes la causa de su enfermedad es emocional y no física, pero que se presenta como psicosomatismo. De por si la enfermedad no es un castigo divino como piensa muchos sino la consecuencia del conocimiento de la maldad, engendrado genéticamente, fue condicionado para desobedecer la voluntad de Dios, con el fin de autogobernarse y  aplicar su justicia sin tener parámetros de misericordia, estos actos hoy en día se pueden ver como trastornos mentales o aun desequilibrio mental, usted dirá que estoy exagerando o equivocado, pero déjeme decirle que si la persona se deja llevar por la maldad, expresado como un desajuste en las facultades psíquicas de un individuo, no es consiente, no razona de lo que está haciendo en el momento ya que se conjuga una serie de emociones y de sentimientos que no puede ver con claridad sus hechos y sopesarlos, en un momento dado lo ve como algo normal su proceder. Al incluir como una enfermedad mental los actos de maldad se abarca un concepto más amplio pera a la vez más complejo de lo que parece, de por sí que muchos detractores no lo ven a si. Resumiendo decimos que; las enfermedades mentales abarcan una amplia variedad de trastornos, cada uno de ellos con características distintas. En líneas generales, se manifiestan como alteraciones en los procesos del razonamiento, el comportamiento, la facultad de reconocer la realidad, las emociones o la relación con los demás.No tienen una única causa, sino que son el resultado de una compleja interacción entre factores biológicos, sociales, psicológicos y espirituales, con frecuencia es posible identificar y tratar una causa orgánica subyacente.Lo cierto es que los trastornos afectan el estado de ánimo, el pensamiento y el comportamiento. Son ejemplos de enfermedad mental la depresión(que afecta a unos 300 millones de personas en el mundo), la demencia (unos 50 millones), los trastornos de ansiedad, el trastorno bipolar (unos 60 millones), la esquizofrenia y otras psicosis (unos 23 millones) y los comportamientos adictivos entre otros. Que de alguna manera tienen que ver con la criminalidad como el homicidio intencional en el mundo en 2017 según estadísticas ONUDD 463.821 personas murió,  las principales consecuencias de la delincuencia en la sociedad son muerte prematura, desintegración familiar por violencia, pérdida económica, promiscuidad sexual y desequilibrio familiar. Si estas conductas no se ven como anormales y enfermizas, debemos preguntarnos que son para la sociedad. La sociedad actual es una de las más agresivas de la historia, dejando por debajo la época del imperio romano, las conquistas de los imperios europeos a pueblos, guerras mundiales. La denuncia la hizo Organización Mundial de la Salud, que afirma que el incremento de los actos violentos supone un grave problema mundial. En la ciencia y la salud se han hecho investigaciones sobre neurobiología de la agresividad humana, en el que alertan del fracaso en el control de la violencia. Los especialista afirman que los enfermos mentales tienen mejor controlados sus impulsos cuando están en tratamiento psiquiátrico, pero el resto de individuos que piensan que no están enfermos o sin trastornos sicológicos son los que más contribuyes a producir sociedades violentas. Esto se ve reflejado en la mentalización o la industria de los juegos de guerra, por medio del cine, la televisión, el teatro y hasta la moda que están inmersos en  una tendencia global hacia la hostilidad; a la que también contribuye en buena parte el arte moderno, con una estética de la transgresión que hace gala de los instintos más sádicos del ser humano y que incide en una forma de violencia únicamente humana que busca, solo por placer, satisfacer los instintos agresivos. Esto ha permeado  los deportes, muchos juegos de ocio, la violencia doméstica, el maltrato en las escuelas, las peleas por incidentes de tráfico y el aumento de las guerras en el mundo; actos que se destacan en los medios de comunicación, constatada en noticia, donde se demuestra el aumento de la violencia generada por la maldad del ser humano.
Lo cierto es que es insuficiente los esfuerzos que se realizan para disminuir la violencia, intentando por medio de la cultura y la educación,  modular la agresividad; es decir el campo de la salud mental y la sociología no han podido conseguir mejores resultados en la lucha contra las formas de disfunción social basadas en la violencia.
La Biblia nos habla de estos comportamientos y a su vez como controlarlos:“dejen que el Espíritu guíe su vida y no complazcan los deseos perversos de su naturaleza, como son; inmoralidad sexual, impureza, descontrol (codicia), idolatría participar en brujerías, odio, discordia, celos, iras, rivalidades, venganza, soberbia, envidias-egoísmo, borracheras, orgias y otras cosas parecidas “. La pregunta que debemos hacernos es ¿quién no ha tenido algunas de estas manifestaciones diariamente?
En la antigüedad, se relacionaba los trastornos mentales con causas sobrenaturales por cierto no estaban equivocados, sino que no tenían el conocimiento para manejarlo. Las culturas más primitivas los atribuían a posesiones demoníacas o fuerzas sobrenaturales y las culturas más complejas a los dioses, llevándolos a acciones equivocas para el tratamiento donde cayeron en brutales procedimientos como la práctica de trepanaciones craneanas con el objetivo de "dejar salir a los demonios que provocaban las enfermedades mentales y sobre las que existen evidencias que datan desde hace más de 5.000 años, a torturas o al confinamiento de los enfermos. En 1949 después de la segunda guerra mundial aplicaron la técnica llamada lobotomía en determinadas psicosis", técnica que consiste en retirar total o parcialmente un fragmento del cerebro en la parte frontal, tratamiento que se vio envuelto en una gran polémica, hasta su última intervención en 1967. Paralelamente, en 1964 se llevó a cabo el controvertido proyecto MK-ULTRA, que buscaba controlar la mente y así borrar la memoria existente y reconstruir el pensamiento, algunos de los experimentos realizados eran la radiación, uso de psicotrópicos, inyección simultánea de barbitúricos y anfetaminas, y descargas eléctricas al cerebro. El único resultado de este experimento fue dejar a las personas involucradas con daño cerebral. Lo cierto es que en pleno comenzar del siglo 21 se sigue ignorando la fuerza interior de la maldad que está en los genes de todo ser humano y por ende como tratar su sanidad. Dentro del marco científico no se conoce la causa exacta de los trastornos mentales, si bien todo parece indicar que se trata del resultado de una compleja interacción entre diversos factores biológicos, sociales, psicológicos y espirituales.
El conocimiento de la maldad supuestamente fue adquirido por alcanzar una madurez y progreso espiritual a la medida de Dios. La maldad en forma inmediata se manifiesta en sentimiento tanto de culpabilidad como la vergüenza por la desobediencia, donde esta hace presa la mente humana. Por lo tanto la idea del mal o maldad se asocia a los accidentes naturales o comportamientos humanos que se consideran perjudiciales, destructivos o inmorales y son fuente de sufrimiento moral o físico. Desde este segundo punto de vista menos general y vinculado a lo humano, se denomina más bien perversidad. Una investigación en que han participado psicólogos daneses y alemanes y que realizó 2500 encuestas ha resumido el carácter de la maldad humana o perversidad en nueve rasgos que han llamado "factor oscuro de la personalidad" o "Factor D". Estos rasgos "maximizan el interés individual" conscientemente "sin tener en cuenta su inutilidad ni el daño que puede ejercer sobre otra persona o los demás". Para psicología actuar con maldad también implica contravenir deliberadamente los códigos de conducta, moral o comportamiento oficialmente correctos u ortodoxos en un grupo social, concepto que complemento en que no se basa en la colectividad sino del su YO que anida en su corazón, nace y se reproduce dentro del individuo haciendo se daño primeramente y luego a los demás.
El antropólogo estadounidense Ernest Becker, quien según el filósofo Sam Keen es un pionero en el desarrollo de un "Ciencia del Mal", afirma que "la dinámica del mal se debe a la negación de la condición de criaturas" sino de la evolución primate. Ya no es un ser humano "normal", cuya neurosis proviene de la "negación de la muerte eterna" y es amortiguada por un conjunto de símbolos y conceptos capaces de hacerlo vivir una vida adaptada. No: ahora él está sin máscaras ante la vida. El mundo se le presenta como un ambiente hostil, lo que le obliga a intentar modificarlo para eliminar los accidentes, la inseguridad, que en el fondo no son más que aspectos inherentes a la vida en la Tierra. Para Becker, al no conseguirse actualizar la transferencia original, es decir, no depositar su necesidad de seguridad psíquica en un Ser trascendental, el individuo comienza a negar su condición de criatura y, por consiguiente, también la de sus semejantes, los cuales pueden entonces ser eliminados en el proceso de hacer el mundo un lugar más seguro, y de ahí el mal.
Actuar con maldad  nos lleva con el tiempo actuar permanentemente como una persona perversa se siente acechada por pensamientos obsesivos y destructivos, al considerar que las actitudes humanas no son sinceras. Evidentemente, esta es una condición anormal de la personalidad, en la que el «perverso/a» desarrolla una destructividad hacia sus semejantes a través de pensamientos y actos de carácter maligno. Numerosos estudios científicos indican que la conducta perversa puede ser congénita, históricamente tenemos el ejemplo del emperador romano  Nerón donde sus ancestros fueron perversos. Sin embargo, también afirman que la falta de afecto en etapas tempranas (en la infancia) puede desarrollar una mente de características perversas. El perverso desarrolla una personalidad conflictiva, sus fantasías siempre son conscientes, y siempre trata de dañar, humillar y vejar a otras personas. En los casos en que sí está asociada una perversión sexual (mejor llamada parafilia), es imprescindible para el perverso un escenario donde pueda desarrollar su deseo de destrucción y actividad con connotación obscena, o trasladar a ese lugar, las vejaciones recibidas de manera real o ficticia durante sus etapas de infancia y adolescencia. Cuando la víctima del perverso es sometida y humillada, este experimenta sensaciones de triunfo, dominación y superioridad. En definitiva, necesita sentirse vengador y no víctima. “El mal que provoca un perverso es indiscriminado, pero prefieren a las personas cercanas, como familiares o parejas sentimentales.”-Paul-Claude Recamier-. Un perverso desarrolla una conducta en cierta medida psicopática, que se manifiesta desde la infancia hasta la edad madurez y que lo hace en todos los ámbitos de su vida, desde el ámbito familiar al laboral.
espíritu perverso 
Hay rasgos comunes en las personas perversas. Son personas que presentan rasgos marcados de agresividad y de egoísmo. Son, además, personas impulsivas, con rasgos pronunciados de inadaptación y con comportamientos egoístas que pueden llegar a ser agresivos. Manifiestan una escasa o nula comunicación con su entorno. Persiguen con ansias la perfección en todos sus propósitos, arrastrando a quien sea en el proceso. Son personas sin empatía, que manifiestan una falta de respeto absoluta por los demás. Según los psiquiatras, el aumento de la malignidad de estos sujetos se suele asociar a un aislamiento emocional, que va creciendo provocado por un  resentimiento social o afectivo, odios, fracasos etc. Es un círculo vicioso que no para de retroalimentarse. No existe la cura para una mente perversa. Pero si tiene la esperanza cuando su conciencia lo redarguye, es lo que llamamos sentimiento de pecado. La palabra conciencia abarca, en realidad, varios sentimientos diferentes; el más simple de todos es el miedo a ser descubierto. Pero el sentimiento de pecado, en sus formas más importantes, es algo aún más profundo. Es algo que tiene sus raíces en el subconsciente y no aparece en la mente consciente por miedo a la desaprobación de los demás. Cuando un hombre comete esos actos, se siente molesto sin saber bien por qué, desearía ser la clase de persona capaz de abstenerse de lo que considera pecado. En la Palabra de Dios nos da un ejemplo de lo que estoy hablando en carta a los  romanos 7:19-25 Dios Habla Hoy:
19 No hago lo bueno que quiero hacer, sino lo malo que no quiero hacer. 20 Ahora bien, si hago lo que no quiero hacer, ya no soy yo quien lo hace, sino el pecado que está en mí. 21 Me doy cuenta de que, aun queriendo hacer el bien, solamente encuentro el mal a mi alcance. 22 En mi interior me gusta la ley de Dios, 23 pero veo en mí algo que se opone a mi capacidad de razonar: es la ley del pecado, que está en mí y que me tiene preso. 24 ¡Desdichado de mí! ¿Quién me librará del poder de la muerte que está en mi cuerpo? 25 Solamente Dios, a quien doy gracias por medio de nuestro Señor Jesucristo. En conclusión: yo entiendo que debo someterme a la ley de Dios, pero en mi debilidad estoy sometido a la ley del pecado. La Biblia presenta diferentes recursos para ayudarnos a vencer nuestra pecaminosidad. En esta vida, nunca seremos perfectamente victoriosos sobre el pecado (1 Juan 1:8), pero esa debe ser nuestra meta. Con la ayuda de Dios, y siguiendo los principios de Su palabra, podemos progresivamente vencer el pecado y llegar a ser más y más como Cristo.

Quiero terminar esta ensayo con este último y vital elemento: Dios. Durante siglos se consideró a Dios como Justo y Misericordioso. Se acepta, por Revelación, que es Padre y nos ama pero, del mismo modo se acepta que es Justo porque tiene derecho a ejercer la Justicia. Sin embargo hoy muchos prefieren quedarse con la "misericordia" y rechazar (eliminar, más bien) la Justicia. Pero los actos de misericordia y Justicia son inseparables. Un padre es misericordioso al corregir en justicia, al hijo. La corrección proviene del deseo de preservar al otro de males mayores. Eso lo sabemos los padres, quienes nos enfrentamos continuamente con estos dos principios: justicia y misericordia. Pero aún en el ejercicio de la paternidad el relativismo ha incursionado convirtiendo a los padres en "amigos", "compañeros" y "cómplices" dejando a un lado el papel de autoridad, tutor u orientador, privándolos de ejercer el deber de educar, formar y corregir a los hijos con base en un amor maduro y responsable. No es buen padre el que todo lo permite ni el que se contenta con solo dar "tiempo de calidad" convirtiéndose en un amigo amoroso y nutricio. Es buen padre aquel que conoce a sus hijos, que es capaz de reconocer sus cualidades y aceptar las debilidades sin permitir que éstas se fortalezcan al punto de volverse vicios. Todo padre desea el bien de los hijos y, por lo mismo, se esfuerza en proporcionar los medios materiales y espirituales para su adecuado desarrollo. Se dedica con seriedad a la tarea de educar y formar a los descendientes en las virtudes que los llevarán a ser "hombres y mujeres de bien para la sociedad".Pero para lograrlo hay que tener claridad de criterio y aún más de conciencia: permitir que el pecado esclavice a los hijos alejándolos de su realidad es un acto de barbarie pues, buscando el bienestar actual del hijo (es decir evitando el sufrimiento que conlleva la aceptación de las propias faltas) se le está abandonando al imperio de las inclinaciones de la perversidad.

Consejos para luchar a diario contra tu pecado

1. RECONOCE TU CONDICIÓN DE PECADOR.

2. PRACTICA LAS DISCIPLINAS ESPIRITUALES.

3. RECONOCE TUS ZONAS DE PELIGRO.

4. TENIENDO LA MIRADA EN JESÚS, Confías en Él (¡hoy!) para luchar contra tu pecado y vivir amando más a Dios.

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